14 julio, 2008

UNA NOCHE DE TERROR

El municipio sevillano de San Nicolás del Puerto acogió el pasado fin de semana la sexta edición de su especial noche del terror.

Desde que, en el año 391 d. c. el Imperio Romano se opusiera al paganismo incendiando la gran biblioteca de Alejandría hasta nuestros días, se han estado buscando manuscritos, salvados de aquella desaforada quema. De todos esos libros, uno en especial, no fue alimento de las llamas; supongo que la belleza y la dulzura de sus versos consiguieron apagar en ese preciso momento la hoguera que hubiera acabado con su vida. Pero lejos de la realidad, aquel día el fuego debió ensordecer, y nunca, nunca debió permitir que aquellos versos escaparan de aquel lugar.

La misma noche que ocurrió esto, aunque años más tarde; el cielo despertó en nosotros la curiosidad de seguir un camino de estrellas que nos guiaba hasta el bosque. Cuando quisimos darnos cuenta, estábamos junto a un antiguo cementerio. De repente, una mujer con negros harapos apareció de la nada, y nos advirtió de los peligros de este paraje. Aquí sólo hay almas malditas, dijo; marchaos, marchaos, gritaba; sin darle tiempo a coger aire. Nosotros no le hicimos caso, y nos seguimos adentrando en el oscuro bosque, sólo alumbrado por el tenue reflejo de las estrellas sobre la ribera del Huéznar.

Dos negros cuervos yacían inmóviles, como si marcasen el camino; sin hacer el menor ruido pasamos junto a ellos, parecían de piedra. Momentos después, nos dimos cuenta de que algo iba mal, empezamos a sentir aire frío justo detrás de nosotros. Miramos hacía atrás, y los cuervos ya no estaban allí; ¿dónde habrán ido?, nos preguntábamos. ¡Están junto a nosotros! exclamé, conforme se acercaban nos hacían más angosto el camino, y nos obligaban a tomar un oscuro sendero.

Instantes después, guiados aún por estos Ángeles negros, fuimos recibidos por unos seres, que no paraban de recitar versos, señalando la senda de la izquierda. Ahí comenzó todo; recuerdo cómo los discípulos del mal invocaban una y otra vez a su señor, mediante esos fatídicos versos. Poco después, como si solo hubieran pasado unos segundos, aparecimos junto a la carretera; era la entrada del pueblo. Ningunos de los que estábamos allí se acordaba de nada. Pero desde aquel día todos seguimos soñando lo mismo. Son momentos que plasmados en imágenes jamás olvidaremos.

Gracias a tod@s los vecinos de San Nicolás del Puerto por hacer de esa noche infernal, una noche para no olvidar.

Gracias de nuevo

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